Nos enfrentamos a una incapacidad de solucionar problemas que no habíamos conocido antes. Estamos acostumbrados a pensar que en nuestro mundo desarrollado apenas hay nada que no podamos controlar.
Los estoicos tenían una forma maravillosa de convivir con todo tipo de situación: persuadiéndose a si mismo de querer las cosas que uno ya tiene y aceptar la situación, sea la que sea. Esto parece una buena idea, pero nos preguntamos cómo, exactamente, podemos lograr esto. Estaremos encantados de descubrir que tenían una respuesta a esta pregunta. Desarrollaron una técnica bastante simple que, si se practica, puede hacernos felices, aunque solo sea por un tiempo, de ser la persona que somos, viviendo la vida que tenemos, independientemente de cómo sea esa vida. Lo llamaron el «arte de la aquiescencia»: es decir, aceptación, en lugar de enfrentarse a las cosas.
Los estoicos más experimentados van incluso un paso más allá. En lugar de simplemente aceptar lo que sucede, nos instan a disfrutar realmente de lo que la vida nos ha deparado, sea lo que sea. Nietsche, muchos siglos después, acuñó la expresión perfecta para capturar esta idea: amor fati (un amor al destino). No es solo aceptar, es amar todo lo que sucede. Esa es una receta para la felicidad y la buena vida.
Convierte la tragedia en triunfo, el desastre en oportunidad.